27.6.05

NO SOLO A LOS MUERTOS; A LA HISTORIA TAMBIEN SE LA TAPA CON TIERRA

El lugar jamás ha tenido ni tendrá una placa recordatoria. Contra lo que pudiera suponerse, Boca Juniors, institucionalmente o por la vía de los deudos, tampoco ha hecho ni hará nada, a pesar de toda la pompa de todo su merchandising del centenario en este 2005. Quien más, quien menos, ha aportado su poquito para que se cumple aquello de que lo pasado, pisado. Sin embargo, como todo lo que no se supera, resucitan, cada tanto, por anchas o por mangas, las almas en pena salen a darse una vueltita para recordar que todo está tal cual.

Ya sobre el final de los tétricos ‘90, el matutino Página/12, con su look progre y culturoso, bajo el formato todavía más equívoco del rubro “investigación periodística”, la caratuló como “avalancha inexplicable”, cuando lo único inexplicable que podía haber, a tantos años de lo ocurrido y con la accesibilidad ganada a las fuentes, era que se pudiera concluir en semejante disparate. No están para nada solos, por cierto. Si hasta en Internet, un megabrowser del poderío del Google, se pide puerta 12 y se da ENTER, aparecen cantidad de pantallas y una que otra mención indirecta, muy indirecta, hasta el ignoto senador misionero Ramón Puerta que tuvo que ser a la fuerza presidente de la república en medio del caos y del bochorno, pero de lo ocurrido en cancha de River, nada. Si se usa la poderosa y práctica opción Imágenes, donde se rastrillan hasta fotos de pulgas con entorsis de tobillo izquierdo, no aparece ni una puerta ni un 12. Para redondear esta para nada intencional o consciente tarea de invisibilización, en esta última Nochebuena, la del 2004, al matutino deportivo Olé no le ocurrió nada mejor, a falta de otro adorno brilloso para el arbolito, que publicar un sesudo informe que da cuenta de los ayes, lamentos, ruidos extraños, etc., que se dejan escuchar en el lugar para la época de los aniversarios, lunas llenas y demás. Las fuentes de información son inobjetables: barrabravas que prácticamente viven en el club, dirigentes, funcionarios, jugadores. Reviviendo viejos mitos de nuestro campo, ahí andan las almitas en pena sin un merecido y eterno descanso porque fueron mal muertas y no se ha aclarado el asunto. La conclusión que quiere parecer racional en medio de tanto irracionalismo espeluzna mucho más que los aparecidos que fueron reventados aquel 23 de junio de 1968: el hecho todavía permanece inexplicable. Textual.

Un desfachatado ex amanuense de la familia Peralta Ramos en el vaciado vespertino La Razón, luego funcionario duhaldista y desde la agencia oficial Télam, con la misma pusilanimidad con que censuraba los TXTs que no concordaban con la patota deportiva no tiene empacho en aparecer en Internet diciendo que aquella tarde habían 90 mil espectadores (sic, los debe haber contado dos veces) y que se generó una formidable batalla (sic) entre los hinchas boquenses y la Policía Federal. Los periodistas deportivos no necesitan que se los desvalorice; para eso se bastan ellos solos.

Ahora, uno de los colmos hasta ahora no rebalsados, aunque no haya que perder las esperanzas, es un sitio espiritista que acude a fuentes confiables y dignas de crédito que aseguran que la gente venía bajando y de pronto, todo inexplicable y misterioso, una fuerza oscura (y, sí: el uniforme azul marino es de esa tonalidad, ¿no?) detuvo a la multitud y la masacre se produjo porque a los que venían atrás no los detuvo y les pasó por arriba. En un país con asesinatos oficiales a diario hasta los que convocan al Más Allá con sillas de tres patas se prestan para invisibilizar y amnistiar.

Poco después de la mencionada aparición en el matutino izquierdoso que arrancó como propiedad de un industrial maderero de Avellaneda, de origen judío, que después terminó siendo socio de María Julia Alsozogaray en pleno esplendor para hacer un Canal Verde en una televisora de la colectividad, para luego terminar abrazado financieramente en Canal 9 con Daniel Hadad, en medio del tembladeral que anunciaba la probabilidad del incendio final, uno de sus popes periodísticos, ex jefe de inteligencia de la guerrilla, a coro con el economista Roberto Lavagna, ya instalado como ministro de Economía de la octava administración peronista y número puesto para darle continuidad a la siguiente, hablaron casi con displicencia de un Efecto Puerta 12 como equivalente del Todos contra Todos ocurrido en el jamón del sánguche, obviando y haciendo encima un per saltum del papel de los extremos concurrentes, aparentemente antagónicos y enemigos acérrimos, pero con un origen común, sin los cuales es imposible explicar ésa y cualquier otra tragedia.

No iba a pasar mucho para constatar lo que tiene remachado el imaginario popular como versión única y exclusiva no sólo en este caso. El domingo 9 de enero del 2005, a página completa, en una de esas infos light que son la panacea del bombardeo desinformativo del periodismo actual, como parte de un extenso informe donde se rebañaba el fondo del plato con lo último que iba dejando lo ocurrido en República Cromañón, el matutino Clarín, el de mayor tiraje y venta, sintetizaba en un escueto como lapidario par de líneas: “Los hinchas fallecen al apretarse y ahogarse contra la salida (sic), porque no sacaron los molinetes ni abrieron el portón (también sic). Causa cerrada sin culpables. Los dos imputados fueron sobreseídos.” En medio de un país en descomposición, ¿vale la pena siquiera ponerse a pensar que puertas rebatibles entrecerradas no es lo mismo que portón no abierto, así como en la obvia adjetivación que adquiere el verbo fallecer, como si las víctimas hubiesen elegido morir en ese momento o lo hicieran del clásico paro cardiorrespiratorio que les sucede a los que perforan por la espalda las balas policiales, sin contar con el uso revulsivo del reflexivo, donde además se apretaron y se ahogaron a sí mismos, llevados de los fondillos por una sinergia tan oscura como misteriosa de la sempiterna Mano Negra con fines inconfesables que nos asecha a los argentinos, generalmente producto de siniestras y envidiosas maquinaciones internacionales? Aparte, resulta tan notable como obvio la única partitura que desde el primer momento, para todo uso, tiene el stablishment y lo afiatado del arreglo para cantarlo a todas las voces que sea necesario y con todos los instrumentos, todo siempre acorde a lo que la mayoría de la gente quiere y acepta escuchar. El broche de oro, como no podía ser de otra manera, lo tuvo a su cargo la AFA, desde donde, antes de terminar el siglo XX, en su sitio oficial en Internet lo tildaron de “escándalo”. Un verdadero intríngulis tratar de averiguar cuántos cadáveres necesitan Julio Humberto Grondona & Co. para considerar que pudo haber ocurrido algo que merece el nombre de masacre.

A horas de lo ocurrido, La Nación de los Mitre del lunes 24 de junio de 1968 volvía confesar sus tardías e inútiles premoniciones, igual que casi un cuarto de siglo antes: “Algo imprevisto estaba signado para la multitud que se dio cita en el monumental estadio de Núñez”, dejó sentado. Como ya está tangueramente aceptado, contra el destino nadie la talla. Es casi un editorial con un replay en loop. J.C., encargado en ese entonces de la cobertura estrictamente futbolística por el ya centenario matutino, con el tabicamiento que desde siempre se le dio a este mundo, por esas cosas de la ventura de la carrera profesional ocupando provisoriamente el cargo de vicedirector del matutino La Razón, un experimento tan patético como efímero, casi le gritó al autor de este trabajo al enterarse que estaba recopilando información para una nota recordatoria del 20° aniversario que aspiraba a ser por fin el primer inventario a fondo sobre lo verdaderamente ocurrido:

-Poné que fue la Montada la que reprimió. Ponelo con mi nombre, si querés, porque yo estaba allí y salía justo porque quería ir rajando para el diario y hacer la crónica.

-¿Lo pusiste vos? Estuve mirando la colección y no encontré algo ni siquiera parecido.

-No seas boludo y poné como te digo porque fue así. Yo estuve ahí y lo vi.

Como no podía ser de otra manera, El Gráfico de los eternamente oficialistas Vigil se mantuvo a la altura de las circunstancias, teniendo el monopolio inamovible del más vendido de los semanarios deportivos. El martes 25 de junio, tecnológicamente con todo el tiempo del mundo, en la tapa, casi al 80% en colores, del túnel de la Bombonera vienen emergiendo Silvio Marzolini con la banda de capitán y la pelota y a su derecha, el Muñeco Madurga. ¿Hay algo más importante que Boca en la Argentina? Lo ocurrido apenas mereció una bandita negra de luto, una oblea atravesada en el ángulo superior derecho de la portada:

LLORA EL DEPORTE

Y los deudos, ¿qué? Por más metafórico y retórico que sea, ¿quién vio alguna vez llorar al deporte, al arrojar la jabalina, por ejemplo, que a la actividad se le piante un lagrimón? O puchear al tradicional juego de las bochas porque saltó el bochín y le abolló el cráneo a un espectador. Adentro, el consabido editorial, es francamente nocivo:

¿Qué hacer? En este domingo ya casi terminado deportivamente, cuando nuestros hombres tecleaban para liquidar lo que en nuestra jerga es cierre, la voz de las noticias nos iba sumiendo en la verdadera dimensión de una tragedia que fue haciéndose enorme a medida que el tiempo transcurría. Ya con El Gráfico armado y las máquinas expectantes (sic), sonando en nosotros la voz alelada de los relatores, quedamos anonadados mirando el resultado de nuestra tarea, tan pequeña y desubicada en este caso, en el que drama se lleva por delante y barre todo lo que sea deporte. Mirándonos, sin palabras, SIN SABER (sic, las mayúsculas son del original), hoy domingo, en la casi noche, quedamos largo rato escuchando las noticias que a cada paso se hacían más tremendas. La pregunta que rondaba era: ¿Cómo fue? ¿Qué pasó? Nada podemos decir.

Cuesta creerlo, sí, pero es un país donde están los que matan, se cuentan también las legiones de los que le tienen la pata, con la espada, la pluma y la palabra, aunque no estrictamente en el sentido sarmientino.