27.6.05

LA HISTORIA MANDA AVISOS SOBRE LO PORVENIR

Se puede afirmar casi con total seguridad que las tragedias no pueden ser premeditadas. La concurrencia de multitud de factores, estallando a un mismo instante o sucediéndose de manera concatenada, como una batería de pirotecnica china, no puede ser programada de antemano con la perfección y armonía que muestran luego de acaecidas y se las mira como a un video donde se pueden frizar instantáneas como si fueran eternidades. Ahora, casi con la misma seguridad, también se puede afirmar que las causas están allí presentes con tanta alevosía como funcionalidad, esperando la chispa que incendie la pradera. Ese domingo no sólo estuvo gris, opaco y triste, con sus escaleras empinadas, codos en 180° y nula iluminación en lugares ya diseñados de movida con casi nula iluminación, igual que el domingo 2 de julio de 1944, y aunque no de manera tan drástica como entonces, la Federal va a aportar lo suyo para que diera comienzo el encadenamiento trágico.

El partido había sido anodino hasta el bostezo. En la segunda bandeja que da espaldas a la avenida Figueroa Alcorta, llamada tribuna Centenario, tradicional emplazamiento reservado a la popular visitante, sobre el sector derecho, que suele ocupar a veces simpatizantes locales que no han pagado el recargo, hubo goma durante todo el transcurso. Contra la brava riverplatense, que entonces paraba abajo porque no eran plateas bajas, y también contra los uniformados destacados en el lugar, lejos todavía de la parafernalia que se va a desatar con la era de los Operativos Especiales. Un grupo muy fácilmente identificable de la barra brava zeneize a la que todavía no le decían La 12 se dedicó mucho más sistemática y agresivamente que otras veces en darle a los cantitos contra “la vergüenza nacional”, como se la había empezado a llamar a la ex mejor del mundo, alternando con salivazos, monedas y los envases piramidales encerados del jugo de naranja Pindapoy, vueltos a llenar con orín y revoleados para que giraran desparramando con generosidad su nuevo contenido.

Todas las puertas rebatibles fueron abiertas a pleno y retirados los bretes (molinetes) usados por controlar el ingreso. Por supuesto jamás se llegará a saber el nombre del alto oficial que ordenó reponerlos en la Puerta 12 con el benemérito objetivo de peinar a los revoltosos indeseables cuando bajaran e intentaran salir, mechoneándolos y ablandándoles la parrilla con los palos ahora de contundente y lo suficientemente flexible caucho negro, como 24 años antes lo habían hecho con los de quebracho sobre los lomos de los plateístas sanlorencistas que trataban de huir de la golpiza y rodaron, masacrándose efectivamente en un Efecto Cascada, en la puerta de al lado. Dos empleados civiles cargaron con el sambenito, ante el juez interviniente, de supuestamente no haber retirado los bretes (molinetes) ni haber abierto del todo las puertas rebatibles sin dar razón alguna de semejante estupidez. Total, ya se sabía que iban a zafar y tenían todos los gastos pagos. Fue necesario presentar, aunque sea pour la galerie, a algún chivo expiatorio ante la abrumadora cantidad de testimonios que vieron lo que vieron, incluso algunas fotos en plena matanza, de policías comunes, de los vigilantes de esquina, trepados sobre los bretes (molinetes) y tratando a abrir a mano las puertas entrecerradas e hinchadas por el aluvión humano de varias toneladas. Pero no se tomaron en cuenta los de los que se fueron temprano y al bajar por ese mismo lugar, las rebatibles estaban totalmente abiertas y no se veía ningún brete (molinete) ni siquiera cerca. Tampoco se tomó en cuenta que esos empleados de week end, Categoría X, carecían de jerarquía alguna para supuestamente decidir no hacer lo que se había hecho en todas las otras bocas de acceso sin excepción.

Con todo en orden para que suceda lo que tenía que suceder, tuvo a bien ocurrir el incidente absolutamente menor, desencadenante, el que justamente por lo insignificante va a poner de manifiesto las fragilidades y fisuras del resto del andamiaje. Como en cada partido que se precie de tal, mucho más en un clásico de clásicos que todavía no era el superclásico, tal como es de práctica, uso y costumbre en cualquier otra cancha, la Puerta 12 vomitando un torrente cuoteado, goteado, por los obstáculos, se arma un bochinche entre algunos y la Montada por una insignificancia de rutina. Los efectivos de a caballo pelaron los sables y amagaron cargar, descargando algún que otro mandoble al aire para intimidar. Los que quedaron en primera línea trataron de huir como podían, los que venían entre los bretes (molinetes) se detuvieron, los de allá atrás hicieron otro tanto, se empezó a producir el tapón y el giro de 180° unos 15 metros más atrás demostró por qué efectivamente era una falla grave de estructura, sobre todo si una masa humana viene bajando como una manada desenfrenada y como si allá abajo todo estuviera normal, como siempre.

A esta altura, con estos pocos y escasos elementos, sin embargo es suficiente para que lo único que restaba era ponerse a contar cadáveres y trasladar heridos. Para colmo, los que estaban siendo esperados e iban a ser recepcionados como correspondía a las civilizadas costumbres reinantes, ya habían empezado a bajar, se hundían en la oscuridad del túnel descendente, cada vez más una boca de lobo y el tradicional y sostenido ¡Daaale Boooo! ¡Daaale Boooo! fue multiplicado, ampliado, por el efecto catacumba de la masa de hormigón. Después se podría saber que estaban apurados porque se había hecho tarde y se les iban los camiones que tenían que llevarlos a Boulogne.

Imposible escuchar otra cosa. El émbolo mandó toda la potencia de toneladas y toneladas de carne humana contras otras varias toneladas de materia similar, atochadas, trancadas contra las puertas rebatibles entreabiertas y la barrera humana de los primeros caídos, pisoteados, asfixiados, que empezaban a agonizar y amontonarse.

La Montada, al ver la que se había armado, huyó a todo galope por Figueroa Alcorta para el lado de Udaondo.

[N. del E.] Sobre un detalla más de lo sucedido en la mecánica de los hechos, para nada menor, de primera agua, proveniente de manera espontánea del reportero del Buenos Aires Herald que había ido a cubrir el superclásico, ver en la última entrada el TXT completo que mandó desde Estados Unidos cuando leyó esta bitácora.