28.8.10

EL COPYRIGHT ES EL COMO EL SUR: EXISTEN, CHE

No se crean que no se nota cómo afanan.
Se nota.
Está bien que no tanto como el gobierno,
pero eso no justificación.

23.10.08

Ni el autor ni el contenido de esta bitácora tienen algo que ver con la versión en otros formatos de la tragedia, sobre todo con la invisibilización aleve, tilinga y cretina de la Dra. Palumbo, sobreviviente del matrimonio de profesionales que defendió a capa y espada a casi todos los deudos de los crápulas de turno en la AFA y que sigue siendo un testimonio vivo incomparable. Los marketineros, nadadores a dos aguas y pertenecientes al bando ¡Figuración o Muerte! podrán seguir haciendo estragos, darles cámara solamente a la actual dirigencia de River Plate, igual a la de 1968 y a la del siglo XXII, si es que el fútbol sobrevive, pero jamás que se oculte la verdad. Por más fintas fashion que hagan y mintiendo con cara de piedra a los que preguntan por algo más que un traspié informativo, argumentando que se enteraron cuando estaban en la posproducción o que les dijeron que los integrantes del matrimonio habían muerto. Todo de buenas intención, que no tuvieron mala onda. Y no. Son tilingos, irresponsables, adoradores del Dios Mercado y prefirieron las entrevistas a figurones mediáticos para atraer chichipíos a la verdad histórica. Creen, eso dicen, que no embarran la cancha por armar una vocinglería de notables con algo de raiting o trepadores que aprovechan el derrumbe para subir más rápido. Y a pesar del fracaso van por más. Ahora están empeñados en otra comparsa, más grande, con toda la violencia futbolera nacional. ¿Ideas? Sólo una: hacer plata y cholulear, aunque sea con el dolor de los deudos y los siempre prestos expertos y periodistas deportivos, guitarreros del dolor ajenos e industriales de las lágrimas de cocodrilo.

18.5.06

Después del Mundial 78. Obsérvense los caracoles adosados. El de abajo a la derecha oculta a la trágica Puerta 12.

27.6.05

PORTADA





Amílcar Romero

LA PUERTA 12

Un superclásico trágico que se adelantó por lo menos una década

Ediciones BP

Buenos Aires, 2005

2a. edición corregida y aumentada

NO SOLO A LOS MUERTOS; A LA HISTORIA TAMBIEN SE LA TAPA CON TIERRA

El lugar jamás ha tenido ni tendrá una placa recordatoria. Contra lo que pudiera suponerse, Boca Juniors, institucionalmente o por la vía de los deudos, tampoco ha hecho ni hará nada, a pesar de toda la pompa de todo su merchandising del centenario en este 2005. Quien más, quien menos, ha aportado su poquito para que se cumple aquello de que lo pasado, pisado. Sin embargo, como todo lo que no se supera, resucitan, cada tanto, por anchas o por mangas, las almas en pena salen a darse una vueltita para recordar que todo está tal cual.

Ya sobre el final de los tétricos ‘90, el matutino Página/12, con su look progre y culturoso, bajo el formato todavía más equívoco del rubro “investigación periodística”, la caratuló como “avalancha inexplicable”, cuando lo único inexplicable que podía haber, a tantos años de lo ocurrido y con la accesibilidad ganada a las fuentes, era que se pudiera concluir en semejante disparate. No están para nada solos, por cierto. Si hasta en Internet, un megabrowser del poderío del Google, se pide puerta 12 y se da ENTER, aparecen cantidad de pantallas y una que otra mención indirecta, muy indirecta, hasta el ignoto senador misionero Ramón Puerta que tuvo que ser a la fuerza presidente de la república en medio del caos y del bochorno, pero de lo ocurrido en cancha de River, nada. Si se usa la poderosa y práctica opción Imágenes, donde se rastrillan hasta fotos de pulgas con entorsis de tobillo izquierdo, no aparece ni una puerta ni un 12. Para redondear esta para nada intencional o consciente tarea de invisibilización, en esta última Nochebuena, la del 2004, al matutino deportivo Olé no le ocurrió nada mejor, a falta de otro adorno brilloso para el arbolito, que publicar un sesudo informe que da cuenta de los ayes, lamentos, ruidos extraños, etc., que se dejan escuchar en el lugar para la época de los aniversarios, lunas llenas y demás. Las fuentes de información son inobjetables: barrabravas que prácticamente viven en el club, dirigentes, funcionarios, jugadores. Reviviendo viejos mitos de nuestro campo, ahí andan las almitas en pena sin un merecido y eterno descanso porque fueron mal muertas y no se ha aclarado el asunto. La conclusión que quiere parecer racional en medio de tanto irracionalismo espeluzna mucho más que los aparecidos que fueron reventados aquel 23 de junio de 1968: el hecho todavía permanece inexplicable. Textual.

Un desfachatado ex amanuense de la familia Peralta Ramos en el vaciado vespertino La Razón, luego funcionario duhaldista y desde la agencia oficial Télam, con la misma pusilanimidad con que censuraba los TXTs que no concordaban con la patota deportiva no tiene empacho en aparecer en Internet diciendo que aquella tarde habían 90 mil espectadores (sic, los debe haber contado dos veces) y que se generó una formidable batalla (sic) entre los hinchas boquenses y la Policía Federal. Los periodistas deportivos no necesitan que se los desvalorice; para eso se bastan ellos solos.

Ahora, uno de los colmos hasta ahora no rebalsados, aunque no haya que perder las esperanzas, es un sitio espiritista que acude a fuentes confiables y dignas de crédito que aseguran que la gente venía bajando y de pronto, todo inexplicable y misterioso, una fuerza oscura (y, sí: el uniforme azul marino es de esa tonalidad, ¿no?) detuvo a la multitud y la masacre se produjo porque a los que venían atrás no los detuvo y les pasó por arriba. En un país con asesinatos oficiales a diario hasta los que convocan al Más Allá con sillas de tres patas se prestan para invisibilizar y amnistiar.

Poco después de la mencionada aparición en el matutino izquierdoso que arrancó como propiedad de un industrial maderero de Avellaneda, de origen judío, que después terminó siendo socio de María Julia Alsozogaray en pleno esplendor para hacer un Canal Verde en una televisora de la colectividad, para luego terminar abrazado financieramente en Canal 9 con Daniel Hadad, en medio del tembladeral que anunciaba la probabilidad del incendio final, uno de sus popes periodísticos, ex jefe de inteligencia de la guerrilla, a coro con el economista Roberto Lavagna, ya instalado como ministro de Economía de la octava administración peronista y número puesto para darle continuidad a la siguiente, hablaron casi con displicencia de un Efecto Puerta 12 como equivalente del Todos contra Todos ocurrido en el jamón del sánguche, obviando y haciendo encima un per saltum del papel de los extremos concurrentes, aparentemente antagónicos y enemigos acérrimos, pero con un origen común, sin los cuales es imposible explicar ésa y cualquier otra tragedia.

No iba a pasar mucho para constatar lo que tiene remachado el imaginario popular como versión única y exclusiva no sólo en este caso. El domingo 9 de enero del 2005, a página completa, en una de esas infos light que son la panacea del bombardeo desinformativo del periodismo actual, como parte de un extenso informe donde se rebañaba el fondo del plato con lo último que iba dejando lo ocurrido en República Cromañón, el matutino Clarín, el de mayor tiraje y venta, sintetizaba en un escueto como lapidario par de líneas: “Los hinchas fallecen al apretarse y ahogarse contra la salida (sic), porque no sacaron los molinetes ni abrieron el portón (también sic). Causa cerrada sin culpables. Los dos imputados fueron sobreseídos.” En medio de un país en descomposición, ¿vale la pena siquiera ponerse a pensar que puertas rebatibles entrecerradas no es lo mismo que portón no abierto, así como en la obvia adjetivación que adquiere el verbo fallecer, como si las víctimas hubiesen elegido morir en ese momento o lo hicieran del clásico paro cardiorrespiratorio que les sucede a los que perforan por la espalda las balas policiales, sin contar con el uso revulsivo del reflexivo, donde además se apretaron y se ahogaron a sí mismos, llevados de los fondillos por una sinergia tan oscura como misteriosa de la sempiterna Mano Negra con fines inconfesables que nos asecha a los argentinos, generalmente producto de siniestras y envidiosas maquinaciones internacionales? Aparte, resulta tan notable como obvio la única partitura que desde el primer momento, para todo uso, tiene el stablishment y lo afiatado del arreglo para cantarlo a todas las voces que sea necesario y con todos los instrumentos, todo siempre acorde a lo que la mayoría de la gente quiere y acepta escuchar. El broche de oro, como no podía ser de otra manera, lo tuvo a su cargo la AFA, desde donde, antes de terminar el siglo XX, en su sitio oficial en Internet lo tildaron de “escándalo”. Un verdadero intríngulis tratar de averiguar cuántos cadáveres necesitan Julio Humberto Grondona & Co. para considerar que pudo haber ocurrido algo que merece el nombre de masacre.

A horas de lo ocurrido, La Nación de los Mitre del lunes 24 de junio de 1968 volvía confesar sus tardías e inútiles premoniciones, igual que casi un cuarto de siglo antes: “Algo imprevisto estaba signado para la multitud que se dio cita en el monumental estadio de Núñez”, dejó sentado. Como ya está tangueramente aceptado, contra el destino nadie la talla. Es casi un editorial con un replay en loop. J.C., encargado en ese entonces de la cobertura estrictamente futbolística por el ya centenario matutino, con el tabicamiento que desde siempre se le dio a este mundo, por esas cosas de la ventura de la carrera profesional ocupando provisoriamente el cargo de vicedirector del matutino La Razón, un experimento tan patético como efímero, casi le gritó al autor de este trabajo al enterarse que estaba recopilando información para una nota recordatoria del 20° aniversario que aspiraba a ser por fin el primer inventario a fondo sobre lo verdaderamente ocurrido:

-Poné que fue la Montada la que reprimió. Ponelo con mi nombre, si querés, porque yo estaba allí y salía justo porque quería ir rajando para el diario y hacer la crónica.

-¿Lo pusiste vos? Estuve mirando la colección y no encontré algo ni siquiera parecido.

-No seas boludo y poné como te digo porque fue así. Yo estuve ahí y lo vi.

Como no podía ser de otra manera, El Gráfico de los eternamente oficialistas Vigil se mantuvo a la altura de las circunstancias, teniendo el monopolio inamovible del más vendido de los semanarios deportivos. El martes 25 de junio, tecnológicamente con todo el tiempo del mundo, en la tapa, casi al 80% en colores, del túnel de la Bombonera vienen emergiendo Silvio Marzolini con la banda de capitán y la pelota y a su derecha, el Muñeco Madurga. ¿Hay algo más importante que Boca en la Argentina? Lo ocurrido apenas mereció una bandita negra de luto, una oblea atravesada en el ángulo superior derecho de la portada:

LLORA EL DEPORTE

Y los deudos, ¿qué? Por más metafórico y retórico que sea, ¿quién vio alguna vez llorar al deporte, al arrojar la jabalina, por ejemplo, que a la actividad se le piante un lagrimón? O puchear al tradicional juego de las bochas porque saltó el bochín y le abolló el cráneo a un espectador. Adentro, el consabido editorial, es francamente nocivo:

¿Qué hacer? En este domingo ya casi terminado deportivamente, cuando nuestros hombres tecleaban para liquidar lo que en nuestra jerga es cierre, la voz de las noticias nos iba sumiendo en la verdadera dimensión de una tragedia que fue haciéndose enorme a medida que el tiempo transcurría. Ya con El Gráfico armado y las máquinas expectantes (sic), sonando en nosotros la voz alelada de los relatores, quedamos anonadados mirando el resultado de nuestra tarea, tan pequeña y desubicada en este caso, en el que drama se lleva por delante y barre todo lo que sea deporte. Mirándonos, sin palabras, SIN SABER (sic, las mayúsculas son del original), hoy domingo, en la casi noche, quedamos largo rato escuchando las noticias que a cada paso se hacían más tremendas. La pregunta que rondaba era: ¿Cómo fue? ¿Qué pasó? Nada podemos decir.

Cuesta creerlo, sí, pero es un país donde están los que matan, se cuentan también las legiones de los que le tienen la pata, con la espada, la pluma y la palabra, aunque no estrictamente en el sentido sarmientino.

EN UN PAIS CATOLICO DONDE LOS MUERTOS NO RESUCITAN

En la época de los hechos el autor de este trabajo todavía vivía en una pensión de Belgrano y el carnicero del barrio perdió a uno de sus hermanitos menores. Cuando después de los días de duelo el negocio volvió a abrir, le pregunté en el mano a mano cotidiano si era cierto lo que mucha gente decía de la represión policial que ya era vox populi a pesar de estar disfrutando de la dictadura militar de turno, gozar del primer recorte de cuatro ceros al viejo peso argentino y de todos los beneficios de las fronteras ideológicas:

-El ya está muerto –contestó con el mismo dejo con que un condenado puede ultimar detalles de la ceremonia con su verdugo–. ¿Que vos lo sepas va a servir, acaso, para devolverle la vida?

Ni la acidez del Cándido de Voltaire supera la maleabilidad adaptativa de los argentinos no ante todo trance, sino ante cualquier trance. El sofisma pretende enmascarar un planteo existencial mucho más profundo: en la vida, ¿de qué sirve saber? Sin embargo, entre nosotros, con algodones para no herir el siempre exacerbado orgullo nacional: en la Argentina, ¿de qué sirve saber como no sea para joderse más la vida?

NADA NUEVO BAJO EL SOL

En el Ministerio del Interior estaba el civilista ultracatólico Guillermo Antonio Borda, quien se había visto obligado a abandonar la placidez de un sillón en la Corte Suprema, donde también lo había puesto a dedo su amigo, el general constitucionalista/golpista Juan Carlos Onganía. Este sacrificio no le había impedido interceder ante sus antiguos pares para que le arreglaran los tantos a un eterno partenaire del Poder como Alberto Jacinto Armando, (a) El Puma, de modo tal que la hipermillonaria rifa para erigir la Ciudad Deportiva de Boca Juniors en una isla artificial ganada al Mar Dulce que le dicen río, en un país de los de menor densidad demográfica, fuera la única en su género en no tener premio, un récord inigualable que sigue sin figurar en la Guía Guinnes. A propósito de lo enardecido del ciudadano que había comprado el número correspondiente y tenía la estúpida pretensión de cobrar lo fabuloso de los premios y hasta lo había querellado, El Puma ya se había plantado frente al juez respectivo y como quien saluda, espetado muy suelto de cuerpo: “Yo tengo derecho a cometer delitos”. Y no era hombre de andar asustando chicos para que tomaran la sopa. Los cometía, los promocionaba y hasta se ufanaba. Listo. ¿Para qué otra cosa se ha hecho de una estancia un país?

Para Borda, entrevistado exclusivamente en La Nación para una nota de tapa, dada su investidura, todo había sido inclusive más sencillo: la gente venía bajando, uno tropezó y lo que vino después fue igualito a “una partida de bolos”. Traducido al glíptico futbolero, tal cual, una y otra gota de agua con lo sucedido el domingo 2 de julio de 1944, en otra puerta que las crónicas de la época no individualizan con precisión, pero también por donde bajó la popular visitante, en este caso la de San Lorenzo de Almagro, indignados por un arbitraje descaradamente bombero, y con el saldo si se quiere magro de nada más que 9 muertos. Si en aquel entonces se había conseguido invisibilizar sin ningún problema el papel jugado por la que todavía era La Mejor del Mundo, a garrotazo limpio, ¿qué podía haber variado para no poder repetir la performance?

Dada la época que corría, los esfuerzos por invisibilizar y atenuar causas y efectos de la Puerta 12 no fueron muchos. Tampoco fueron pocos. Nada más que los de uso más común y corriente. Por lo pronto, el matutino de los Mitre se subió desde el primer momento a un total 72 víctimas, guarismo del cual nunca se retractó ni dio razones. Menos que menos intentar por lo menos delinear un croquis del mapa social donde había sucedido el hecho. Las barras bravas, institucionalizadas y profesionalizadas, ya estaban por cumplir su primera década de vigencia y de ser parte esencial de Fútbol Espectáculo SA sin que nadie tuviera a bien darse por lo menos por enterado, a pesar que la administración de justicia, exactamente un año antes, hubiera metido la mano hasta el codo en lo maloliente del asunto, incorporado a lo sentado en autos, establecido para siempre su composición y fines, establecido que era una “manifestación social de delincuencia organizada” y que ya tenían todo pago hasta para cumplir su cometido en partidos que se jugaban en el exterior. Con los cadáveres todavía tibios, alineados en la pista de atletismo, las luces para partidos nocturnos a medio encender y allá arriba, en la segunda bandeja para visitantes, la llamada tribuna Centenario, donde había comenzado buena parte del drama, grupitos de deudos, de ciudadanos acongojados o aborchonados o simplemente curiosos, el escribano William Kent, por entonces sucesor en la presidente de River Plate del legendario Antonio Vespucio Liberti, factótum de la emblemática mole de cemento con dinerillos del Estado en los ‘30, recorría hospitales blandiendo copias del escrito tipo a firmar para desistir de toda acción legal contra el club a cambio de todos los gastos pagos que demandara la recuperación total del más o menos un centenar de víctimas de toda consideración, sobre todo lesionados leves que quedaron en observación por las dudas, todos también hinchas de Boca, al igual que las víctimas fatales.

Si el deporte es la continuación de la política por otros medios y con pantaloncitos cortos, o viceversa, pero de traje, lo que siguió a aquel atardecer gris y frío fue el tercer tiempo de un superclásico que todavía era el clásico de los clásicos y cuyo insípido tanteador final (0 a 0) había dejado el conflicto básico sin dirimir por lo menos hasta que los equipos salieran a la cancha a jugar el próximo.

NO SEAMOS REALISTAS

CONSOLEMONOS APENAS CON LO POSIBLE

En el mundo todavía se sentían los coletazos del Mayo 68 que había hecho temblar al mismísimo De Gaulle y que visto con la perspectiva que sólo da el tiempo transcurrido fue el último manotón de ahogado antes que la Sociedad de Consumo implantara, entre otros logros, el hermafroditismo ético y el bisexualismo ideológico, uno de los graffiti con que embadurnaron París se erigió en emblema y síntesis: “Sea realista; pida lo imposible”. También clamaron hasta la afonía consignas de otro tipo: “La imaginación al poder”, por ejemplo. Aquí, tan lejos de las confabulaciones apátridas que querían implantar de prepo el inmundo trapo rojo en reemplazo del pabellón celestiblanco, invicto, nunca atado al carro de ningún vencedor, más el aniquilamiento de toda la civilización occidental y cristiana, se estaba en otra cosa: la Revolución Argentina, que también tenía objetivos y no plazos, y que había puesto en funcionamiento los corporativistas Consejos de la Comunidad con vistas a barrer con la vieja institucionalidad, tenía un porvenir venturoso, acorde al otorgado a la Patria por el Todopoderoso.

Pero la cabeza de Borda, uno de los fundadores de FORJA junto a Arturo Jauretche y Homero Manzi, entre otros, y que había cumplido de sobra con la ya antigua advertencia de Alfredo L. Palacios (“los incendiarios de hoy serán los bomberos del mañana”), iba a rodar menos de un año después de la Puerta 12 a consecuencia del primer Cordobazo, la mayor revuelta popular registrada hasta ahora en el país, donde durante casi 48 horas no se tomó formalmente el poder por la falta de una conducción única o centralizada. Antes de irse con la cabeza gacha y la frente marchita, sometería a la conciencia, razón y sentido común a otra sarta de pavadas de mayor calibre que la teoría del bowling aplicada a lo sucedido en el atardecer del domingo 23 de junio de 1968, tratando de recubrir a palabrazos la contundencia y trascendencia de lo sucedido en La Docta, Corrientes y Rosario, y empezando a mostrar de una vez unas llagas que no dejarían de aumentar con los años: el abismo cada vez más insalvable entre las clases dominantes y la realidad. En la AFA, desde el bochorno del Mundial 66 en Londres jugando un papel rasputiniano, estaba otra vez Valentín Suárez, (a) El Zorro o El Hombre Esperado, ex secretario privado de Eva Perón, psicólogo laboral sin título habilitante, funcionario para hacer de batidore libero en el Ministerio de Trabajo cada vez que uno con galones se lo requiera, peronista siempre y cuando la ocasión se pinte calva, quien en poco tiempo había operado la transformación estructural más importante del fútbol argentino, metiendo por la ventana al interior con el envase de la federalización y cosa de terminar con la exacción económica necesaria para reflotar las economías ya exangües de los equipos capitalinos y bonaerenses, incorporado definitivamente la tevé los viernes y lunes en directo, cosa de tener, ya en ese entonces, cinco días de la semana con fútbol. Con varias Copas Libertadores y una Intercontinental ya en el buche, Fútbol Espectáculo SA entró a funcionar a pleno.
Mientras los dirigentes jugaban su partido aparte y futbolizaban lo sucedido, la Puerta 12 pegó muy hondo y remeció mucho más. Se iba a instalar en el imaginario colectivo mucho más allá de lo impresionante de la cifra y el sensacionalismo periodístico que se encargó de reemplazar la veracidad de los testimonios por los impactos sentimentales debajo del cinturón. Salvo un chiste tenebroso que echaron a correr antes de las 48 horas de lo sucedido los que ese mismo año se iban a recibir para siempre de gallinas y blanquear por primera vez a una barra brava (“¿Sabés cómo le dicen ahora a Boca? La mitad menos setenta”), la afición futbolera en general se replegó en un mutismo compungido, totalmente despojado de pasionismos bélicos tabloneros. La reacción fue tan espontánea como inmediata: desde el domingo siguiente, 30 de junio, en todas las canchas las hinchadas improvisaron alcancías con grandes cajas de cartón corrugado, envases de comestibles convertidas en improvisadas alcancías y hacer un colecta que paliara en algo el dolor de los deudos, en su gran mayoría provenientes del piso de la sociedad, cuando no de alguno de sus muchos sótanos y agujeros negros.

Los dirigentes, particularmente el energúmeno Alberto J. Armando, fueron llamados a silencio. La misa de acción de gracias en la Parroquia de los Inmigrantes, en la Boca, que fue coronada por una impresionante marcha de antorchas por toda la ribera izquierda del puerto originario de la Santa María del Buen Ayre, fue reemplazada por otra en la Catedral, también el domingo 30 al mediodía, celebrada nada menos que por el arzobispo Antonio Caggiano, uno de los más reaccionarios entre los muchos reaccionarios con que ha contado la iglesia local, en memoria de las víctimas y donde el altísimo prelado instó píamente a los dirigentes “a seguir firmemente en el propósito de ejercer una función educadora”.

No pensaban en otra cosa. Curiosamente subvertida la Teoría del Reflejo, merced a la implantación del modelo de la Sociedad de Mercado en un microcosmos como el fútbol, a despecho de los vaivenes, cimbronazos y tumbos de la macrorealidad, también con la Puerta 12 el fútbol va a demostrar que se ha convertido en vanguardia y modelo de lo social donde varios fenómenos sustanciales van a tener lugar antes, en vez de ser a la inversa, como ocurre y sigue ocurriendo en el resto del mundo. Dos años después, a fines de 1970, con motivo de consagrarse Boca Juniors campeón justo en el todavía clásico de los clásicos también en el Monumental, Alberto J. Armando se dio el lujo de demostrar que no anunciaba en vano: dio la vuelta olímpica consagratoria a la cabeza del plantel y a toda sonrisa cachacienta y burlona, en las barbas mismas de los odiados primos. River Plate lo declaró oficialmente persona non grata. El Puma sacó a relucir que las heridas estaban intactas y que no iban a cicatrizar nunca: “En un no lejano acontecimiento aciago que enlutó a más de setenta hogares boquenses, apretamos los labios y contuvimos las lágrimas, dando muestras de nuestra serenidad constructiva para aquietar la exaltación que peligrosamente podía desbordarse”, replicó en un comunicó que distribuyó prolijamente a todo tipo de prensa, ya sea nacional o internacional. “Con altura y efectividad afrontamos soluciones materiales y morales para ayudar a los familiares damnificados. No buscamos culpables ni nos extraviamos en fáciles acusaciones, ni perdimos la calma en ningún instante.” El escribano William Kent, que todavía no era el consuegro de Vicente L. Saadi ni el suegro de su vástago, Ramoncito, como también que le faltaban tres décadas para ser embajador del menemismo en Europa y terminar como su lustroso antecesor, Antonio Vespucio Liberti con el primer peronismo, terminó raleado por diferencias en la caja chica y quejándose plañideramente de la voracidad de un periodismo inclemente.

Veinte años después de la masacre, el matrimonio Palumbo, abogados patrocinantes de la casi totalidad de los deudos, jamás consultados por periodista alguno, le contó al autor de este trabajo las minucias del destino sufrido por las miles de alcancías repletas de chirolas, chanchitas y billetes arrugados que fueron a parar a un depósito del edificio de Viamonte al 1300 y donde la AFA, tras los pasos del escribano Kent, para entregar la alícuota reclamada exigía la previa firma de un escrito donde se declinaba de toda acción tanto contra la entidad rectora del fútbol argentino como en perjuicio de su prestigioso afiliado, River Plate. Los pacientes y lentos recursos presentados terminaron por fin en la Corte Suprema, la que recién en 1969, ordenó, bajo la amenaza de meter a todos los dirigentes en chirona, entregar todo el dinero retenido en forma tan indebida como inmoral. La medida le costó el puesto de interventor al peronista y racinguista Armando Ramos Ruiz, patrocinador de la implantación definitiva y a cara descubierta del modelo capitalista italiano en el fútbol, en reemplazo del copiado al español y Santiago Bernabeu que habían patrocinado Armando, Liberti y Valentín Suárez a partir del desastre de Suecia 58 y que seguía vigente. Año duro aquel de 1969, tres interventores, uno atrás del otro sin dar pie con bola. Tachar donde decía Club Atlético, poner directamente S.A. y dejarse de jorobar con las clásicas medias tintas. La noche anterior al vencimiento del fatídico plazo, los Palumbo y los titulares y empleados de un estudio de Talcahuano al 300, ligado directamente a la AFA, la pasaron contando religiosamente el cambio y haciendo 71 montoncitos iguales, aunque uno iba a ser pour la galerie ya que ni lo habían reclamado ni lo necesitaban, en un acto que ellos guardaban como uno de los más vergonzantes, amargos y tristes del que tuvieran memoria en su larga carrera como auxiliares de la administración de justicia. Si esto jamás se había dado a conocer, mucho menos si la familia retiró el que legal, justiciera y democráticamente le correspondía.

LA HISTORIA MANDA AVISOS SOBRE LO PORVENIR

Se puede afirmar casi con total seguridad que las tragedias no pueden ser premeditadas. La concurrencia de multitud de factores, estallando a un mismo instante o sucediéndose de manera concatenada, como una batería de pirotecnica china, no puede ser programada de antemano con la perfección y armonía que muestran luego de acaecidas y se las mira como a un video donde se pueden frizar instantáneas como si fueran eternidades. Ahora, casi con la misma seguridad, también se puede afirmar que las causas están allí presentes con tanta alevosía como funcionalidad, esperando la chispa que incendie la pradera. Ese domingo no sólo estuvo gris, opaco y triste, con sus escaleras empinadas, codos en 180° y nula iluminación en lugares ya diseñados de movida con casi nula iluminación, igual que el domingo 2 de julio de 1944, y aunque no de manera tan drástica como entonces, la Federal va a aportar lo suyo para que diera comienzo el encadenamiento trágico.

El partido había sido anodino hasta el bostezo. En la segunda bandeja que da espaldas a la avenida Figueroa Alcorta, llamada tribuna Centenario, tradicional emplazamiento reservado a la popular visitante, sobre el sector derecho, que suele ocupar a veces simpatizantes locales que no han pagado el recargo, hubo goma durante todo el transcurso. Contra la brava riverplatense, que entonces paraba abajo porque no eran plateas bajas, y también contra los uniformados destacados en el lugar, lejos todavía de la parafernalia que se va a desatar con la era de los Operativos Especiales. Un grupo muy fácilmente identificable de la barra brava zeneize a la que todavía no le decían La 12 se dedicó mucho más sistemática y agresivamente que otras veces en darle a los cantitos contra “la vergüenza nacional”, como se la había empezado a llamar a la ex mejor del mundo, alternando con salivazos, monedas y los envases piramidales encerados del jugo de naranja Pindapoy, vueltos a llenar con orín y revoleados para que giraran desparramando con generosidad su nuevo contenido.

Todas las puertas rebatibles fueron abiertas a pleno y retirados los bretes (molinetes) usados por controlar el ingreso. Por supuesto jamás se llegará a saber el nombre del alto oficial que ordenó reponerlos en la Puerta 12 con el benemérito objetivo de peinar a los revoltosos indeseables cuando bajaran e intentaran salir, mechoneándolos y ablandándoles la parrilla con los palos ahora de contundente y lo suficientemente flexible caucho negro, como 24 años antes lo habían hecho con los de quebracho sobre los lomos de los plateístas sanlorencistas que trataban de huir de la golpiza y rodaron, masacrándose efectivamente en un Efecto Cascada, en la puerta de al lado. Dos empleados civiles cargaron con el sambenito, ante el juez interviniente, de supuestamente no haber retirado los bretes (molinetes) ni haber abierto del todo las puertas rebatibles sin dar razón alguna de semejante estupidez. Total, ya se sabía que iban a zafar y tenían todos los gastos pagos. Fue necesario presentar, aunque sea pour la galerie, a algún chivo expiatorio ante la abrumadora cantidad de testimonios que vieron lo que vieron, incluso algunas fotos en plena matanza, de policías comunes, de los vigilantes de esquina, trepados sobre los bretes (molinetes) y tratando a abrir a mano las puertas entrecerradas e hinchadas por el aluvión humano de varias toneladas. Pero no se tomaron en cuenta los de los que se fueron temprano y al bajar por ese mismo lugar, las rebatibles estaban totalmente abiertas y no se veía ningún brete (molinete) ni siquiera cerca. Tampoco se tomó en cuenta que esos empleados de week end, Categoría X, carecían de jerarquía alguna para supuestamente decidir no hacer lo que se había hecho en todas las otras bocas de acceso sin excepción.

Con todo en orden para que suceda lo que tenía que suceder, tuvo a bien ocurrir el incidente absolutamente menor, desencadenante, el que justamente por lo insignificante va a poner de manifiesto las fragilidades y fisuras del resto del andamiaje. Como en cada partido que se precie de tal, mucho más en un clásico de clásicos que todavía no era el superclásico, tal como es de práctica, uso y costumbre en cualquier otra cancha, la Puerta 12 vomitando un torrente cuoteado, goteado, por los obstáculos, se arma un bochinche entre algunos y la Montada por una insignificancia de rutina. Los efectivos de a caballo pelaron los sables y amagaron cargar, descargando algún que otro mandoble al aire para intimidar. Los que quedaron en primera línea trataron de huir como podían, los que venían entre los bretes (molinetes) se detuvieron, los de allá atrás hicieron otro tanto, se empezó a producir el tapón y el giro de 180° unos 15 metros más atrás demostró por qué efectivamente era una falla grave de estructura, sobre todo si una masa humana viene bajando como una manada desenfrenada y como si allá abajo todo estuviera normal, como siempre.

A esta altura, con estos pocos y escasos elementos, sin embargo es suficiente para que lo único que restaba era ponerse a contar cadáveres y trasladar heridos. Para colmo, los que estaban siendo esperados e iban a ser recepcionados como correspondía a las civilizadas costumbres reinantes, ya habían empezado a bajar, se hundían en la oscuridad del túnel descendente, cada vez más una boca de lobo y el tradicional y sostenido ¡Daaale Boooo! ¡Daaale Boooo! fue multiplicado, ampliado, por el efecto catacumba de la masa de hormigón. Después se podría saber que estaban apurados porque se había hecho tarde y se les iban los camiones que tenían que llevarlos a Boulogne.

Imposible escuchar otra cosa. El émbolo mandó toda la potencia de toneladas y toneladas de carne humana contras otras varias toneladas de materia similar, atochadas, trancadas contra las puertas rebatibles entreabiertas y la barrera humana de los primeros caídos, pisoteados, asfixiados, que empezaban a agonizar y amontonarse.

La Montada, al ver la que se había armado, huyó a todo galope por Figueroa Alcorta para el lado de Udaondo.

[N. del E.] Sobre un detalla más de lo sucedido en la mecánica de los hechos, para nada menor, de primera agua, proveniente de manera espontánea del reportero del Buenos Aires Herald que había ido a cubrir el superclásico, ver en la última entrada el TXT completo que mandó desde Estados Unidos cuando leyó esta bitácora.

EL NACIMIENTO DE LA IMAGEN RESIDUAL MAS TEMIDA

La foto más siniestra que consta en autos, retirados los bretes (molinetes) y abiertas las puertas rebatibles para auxiliar los heridos, muestra un cubo humano de más o menos 1,40 mts. de alto, unos 8 de ancho y entre 12 y 14 de fondo. Así quedaron si no todos, la gran mayoría de las 71 víctimas fatales. Pero a esto se debe agregar los más o menos sólo medio centenar de heridos de toda consideración, en una superficie de 12 x 14 de fondo. Así quedaron si no sepultados, la gran mayoría de las 71 víctimas fatales. Pero a todo esto, agregarle que pura y exclusivamente hinchas de Boca. Ahora, si se toma en cuenta que casi el 90% de las víctimas fatales tenía entre 13 y 20 años, que el promedio general da 19 años y que hubo cuando mucho 60 heridos (no se toma en cuenta los lesionados, sin daños de casi ninguna consideración, que pudieron haber duplicado esa cifra), no hay que exacerbar mucho la imaginación para por lo menos tener un cuadro mínimo de lo sucedido. Fue la Ley de la Selva, el darwinismo en su más primitiva y pura expresión. Los que salvaron el pellejo lo hicieron pisoteando semejantes y abriéndose paso entre sus iguales, a piñas, patadas y empujones, sacando del medio a seres humanos como obstáculos indeseables, tumbando debiluchos, flacuchentos y, sobre todo, adolescentes y criaturas.

Otro dato a tener muy en cuenta es que allá arriba, en la boca de entrada a la altura de la segunda bandeja, en la Centenario, no hubo reflujo. Los que se mandaron, bajaron y quedaron o pudieron constatar que seguían vivos respirando el aire libre sobre la avenida Figueroa Alcorta. Es decir, si en un principio los gritos de dolor y desesperación de los que están muriendo, de los heridos, agregados a la desesperación de los pedidos de auxilio de los que no perdieron la conciencia y un mínimo de sangre fría, más los del destacamento de la barra que venía bajando y festejando como si nada, cumpliendo la misma función que el émbolo de la máquina de hacer chorizos con la carne picada que rellena la tripa que obtura el caño de salida, se puede suponer que en el algún momento el tranque puede haber tenido una envergadura que haya hecho rebotar a algunos, vuelto a subir y salir a la tribuna. Sin embargo, no hay nada que indique que sucedió algo semejante y sí muchos que una inmensa mayoría lo hizo por la Puerta 12, a expensas y por encima de sus compatriotas.

El único testimonio recogido entre los que se quedaron arriba, en la tribuna Centenario, los consabidos remolones que esperan que se produzca un mínimo de desconcentración para retirarse cansinamente y sin sofocones, dejó establecido que vieron clarito el momento en que el destacamento de la barra que había estado en constante cortocircuito entraba como una tromba en la boca de acceso, empujando y gritando, muy poquito antes que la gritería humana indicara que se había producido la hecatombe.

El amontonamiento de zapatos, zapatillas, encendedores, agendas, pañuelos de mano, relojes pulsera (todavía a cuerda) pisoteados, llaveros de todo tipo y multitud de otros objetos que conforman la más estricta intimidad y nimiedad de los seres humanos vivos, a un costado de la tétrica salida, formó una montaña algo mayor a la estatura humana promedio. La tevé era blanco y negro y carecía de los móviles actuales. No se grababan tapes sino que se filmaba con Boillex Paillard de 16 mm., un medio tan costoso como lento para la reproducción. Alineados casi sin excepción junto al stablisment y las buenas conciencias, la prensa gráfica desaparramó con generosidad los testimonios oficiales y fotos varias que probaban que los bretes (molinetes) no estaban puestos y las puertas rebatibles totalmente abiertas. Efectivamente así sucedió una vez pasado el pandemonium principal, donde se produjo el desastre, con una duración probable de uno diez minutos en total, y comenzaron las primeras tareas de auxilio. Sin embargo, las mismas fotos, de manera acusatoria muestran a los dichosos bretes (molinetes) apilados rigurosamente a un costado, ocupando un lugar que jamás ocupan.
Ya se hizo mención que había caído la noche cuando los cadáveres comenzaron a ser rigurosamente alineados, cara al cielo, tapados pudorosamente sobre todo con diarios del día, camperas, pulóveres, bolsas de arpillera y cuando elemento semejante, en la pista de atletismo del Monumental. Allá arriba, en la Centenario, de a ratos prendiendo algún fueguito con papeles, grupos de deudos, hinchas, simpatizantes, curiosos que nunca faltan, contemplaban el resultado brutalmente explícito de lo que lúdicamente simboliza el deporte, muy particularmente el fútbol. También que los estadios metropolitanos, tal como había sido explicitado, cumplen culturalmente la función de escenificar las proezas y la muerte.
Sin distinción de colores ni pelajes, la gente se remeció. El hecho trató de ser invisibilizado al máximo, sobre todo a ese depósito de trastos viejos y acceso prácticamente vedado que en la Argentina es el pasado y la historia. Cuando en la primavera de 1982, tras la patética rendición incondicional de Puerto Argentino, la retahíla de muertes vuelva a las canchas argentinas, los intentos maltrechos de listados, aparte de malas intenciones varias, directamente van a omitir a la Puerta 12 como si lo ocurrido hubiera sido a la salida de un simposio sobre sonetos etruscos y los más audaces poner un asterisco y, a pie de página, aclarar de frente march que no se los tomaba en cuenta, como si fueran muertos de otra categoría o siguieran milagrosamente vivos. Hasta que en vísperas del Mundial 78, en la segunda bandeja de espaldas al río, construida especialmente para la ocasión, reservada con exclusividad para la brava local, Los Borrachos del Tablón colgaron la gran bandera riverplatense con la tipografía pintada en gruesos caracteres negros:


GRACIAS, PUERTA 12

Autoridades y el periodismo alcahuete se desgañitaron gritando al cielo las fallas estructurales evidentes de las escaleras empinadas, los codos cerrados y la falta de luz. A tal punto que cuando lleguen los inspectores de la FIFA, durante otra dictadura militar, ésta ya asquerosamente genocida y hasta ahora la última, el Monumental va a lucir adosados los respectivos caracoles de acceso y evacuación, como corresponde, cosa de demostrar que efectivamente, además de derechos y humanos, éramos prolijitos... Lo que curiosamente se olvidaron de consignar es que desde el punto de vista formal, oficial, jamás quedaron probadas en autos tales falencias. La inspección municipal ordenada para el martes 25 de junio de 1968, por obvias razones, hasta de cierto buen gusto, es el día de hoy que no se ha llevado a cabo. Se trataba de la respuesta a un pedido por nota ingresado por Mesa de Entradas pocos días después del domingo 2 de julio de 1944, por la apaleadura y desbarranque generalizados, en otra puerta nunca ubicada con precisión, entre las tribunas Centenario y Río de la Plata (sic), donde apenas habían muerto 9 ciudadanos argentinos, casi todos también adolescentes y con un promedio de edad de casi 18 años.

LA LUCHA DE CLASES NO EXISTE

Por aquellos años, con la troika Armando-Liberti-Suárez a la cabeza, en plena Guerra Fría, dado los auspiciosos resultados que desde el primer momento se logró con la aplicación del modelo de la Sociedad de Mercado en el microcosmos futbolero, como respuesta a la ofensiva ideológica marxista, sobre todo muy palpable en los jóvenes universitarios de toda Latinoamérica, se meneaba a nuestras canchas como el ejemplo más a mano y fácilmente constatable del dislate echado a correr por dos judíos alemanes con el Manifiesto Comunista. Y aunque parezca una contradicción o una paradoja, efectivamente es así, aunque no tan así como pretende simplificarse y jibarizar. Pruebas al canto, dentro del variado espectro de las víctimas mortales que dejó a la vista la Puerta 12 como resultados, los dos extremos de la pirámide social surgen casi con estereotipos en estado químicamente puro. Guido Rodolfo von Bernard, de 20 años, vivía en uno de los parisinos edificios de departamentos de la barranca de Juncal que termina en Retiro. Su cuerpo fue retirado temprano del patio de la comisaría 51ª por su padre, gracias a la intermediación del amigo personal que llevaba como compañía, el capitán de navío (RA) Francisco Manrique, (a) Paco, quien cuando la cabeza que sea echada a rodar dos años después con el segundo Cordobazo sea la del mismísimo Juan Carlos Onganía y asuma el otro caudillo natural del Ejército, Agustín Alejandro Lanusse, será su ministro de Bienestar Social y por fin evacuará a una larga aspiración de la dirigencia futbolera como fue el PRODE, los resultados hechos timba y la Gran Ilusión añadida a la otra Ilusión primaria, como fueron los primeros pozos multimillonarios. Se trataba de un hijo de clase dirigente y pudiente. Una víctima así, por más democráticos que fueran su ethos futbolero y sus aficiones por lo aceptado como la quintaesencia de lo popular, jamás podía pasar por un trámite a todas luces vejatorio y ultrajante como la autopsia. Para eso estaban los pobres. Y había cantidades.

Muy sorpresivamente, con el marco de un estudio de abogado muy paquete, con esta edición ya lista para ser puesta en línea, al cumplirse el 23 de junio un nuevo aniversario, totalmente descolgado de todo, parangonando con la tragedia de República Cromagnon del 30 de diciembre del 2004, irrumpió frente a cámaras, rompiendo casi cuatro décadas de silencio, una atildada y buena moza hermana de la víctima. Recordó que acababa de recibirse de ingeniero, que nunca se aclaró nada, que no hubo causa y que se archivó, terminando con un llamado a todas las familiares de las víctimas de la violencia colectiva e impune del país, porque siempre se dijeron cosas de la Puerta 12 y que el motivo había sido una represión policial. Punto. Corte en el noticiero y a otro tema, tipo crianza de gusanos de seda en la Polinesia.

Fue el único cuerpo no presente en el velatorio colectivo llevado a cabo en la cancha de básquet existente debajo de la tribuna oficial de La Bombonera, con ingreso también por la puerta principal que da a Brandsen. El dolor de los seres queridos siempre es igual en intensidad, propiedad estrictamente privada e intransferible. Por lo tanto, ningún comentario y sensiblerías baratas. Pero el entierro fue impresionante. Salvo el destino final distinto decidido por los familiares, en una época en que la espectacularidad mediática no mediaba como una nueva realidad virtual, la salida en caravana de los 70 féretros a pulso, envueltos mitad por mitad con el pabellón nacional y los colores azul y oro del club, con los pañuelos al aire del gentío tuvo todas las características de las ceremonias rituales más antiguas para despedir a los guerreros caídos en batalla por defender con su vida lo sagrado.

Hubo uno, sin embargo, que no tuvo el final se puede decir lógico de los demás. Fue el féretro de pino barato pagado por la generosidad del Boca Juniors de Armando que contenía los restos de José Omar Espinoza, 19 años, sanjuanino, laburante raso, asalariado o jornalero sin oficio definido, que vivía en un hotelucho pensión cuya dirección nadie se tomó el trabajo de especificar y cuyo cuerpo nadie todavía había reclamado ni reclamaría. Uno más de la gran oleada migratoria interior que tuvo lugar por los ‘50, a consecuencia de las bonanzas del primer peronismo, y que fue cariñosamente bautizada como la de los Cabecitas Negras, todo un símbolo existencial, sociológico, cultural y antropológico de una Argentina siempre dispar y controversial. El primer destino, a la espera de una natural aunque tardía aparición de un familiar aunque sea lejano o por lo menos un amigo, fue el depósito de cadáveres de la Chacarita. Pero entraron a pasar los días y el entretejido social se puede tomar tiempos que la naturaleza no se toma. El asunto empezó a echar olor. Y no precisamente del más agradable. Por tardíos complejos de culpa, conciencia profesional, sensibilidad social o lo que sea, la Policía Federal se puso en movimiento y telegrafió a su par de la provincia de San Juan todos los datos de filiación disponibles para que se tratara de ubicar a los deudos.

Eran otros tiempos, sin duda. Antes de los tres días vino la respuesta: el tronco familiar había sido ubicado en las afueras de un pueblito cercano a la capital, habitando un rancho, muchos hermanitos en escalera descendente y nada de trabajo, en estado prácticamente de indigencia. Al enterarse de la buena nueva habían rogado que los ayudaran a llevar el cuerpo hasta allí, cosa de sepultarlo como se debe o por lo menos intentarlo. Créase o no, pero la burocracia se movió y casi un mes después, con todos los rigores del frío de julio de 1968, hediendo por cierto, en un vagón de carga de una formación que partió de Retiro, reembalado en una caja con listones clavados, de manera todavía más ordinaria, cosa de disimular algo lo tétrico del contenido, los datos mínimos pintados con gruesas letras negras, una guía/remito pegada en un rincón con el número correspondiente de encomienda, acompañado por cantidad de los bultos más disímiles, allá fue José Omar Espinoza ciertamente en un último viaje literal, no el trillado lugar común de las metáforas tan chirles como socorridas.

Fue imposible encontrar, en diarios nacionales y de su provincia, otra noticia sobre este particular. Se debe dar descontado que a la capital provincial llegó, pero ni una línea si su parentela había podido ir a esperarlo o, dadas las circunstancias, por obvias razones higiénicas, las autoridades respectivas decidieron enterrarlo en la parte correspondiente del cementerio local, junto a otros indigentes y NN. Su pequeño via crucis de pobre y provinciano, en un país todavía pretencioso y engrupido, abulona sin más lo que ya era tan sabido como igualmente negado: no hay mayor soledad que la de los estadios repletos, y cuanto más ululantes, más grande esa soledad del individuo en particular. Como también que no hay nada más parecido y palpable a la muerte que un estadio vacío. Más de tres décadas después, la exhumación de la tragedia bajo la etiqueta neoliberal de Efecto Puerta 12 fue la enésima palada de tierra para tratar de sepultar para siempre lo ocurrido aquella tarde y la persistencia de unos hedores que se niegan a desvanecerse en forma de aire puro.


Villa Gesell, febrero del 2005.

6.6.05

AÑADIDOS DE ULTIMO MOMENTO & PIE DE IMPRENTA

A las pocas horas de ser puesta en línea esta bitácora se recibió un mail que se lo consideró más que valioso y generoso, a punto tal de replicarle inmediatamente a su autor y solicitarle al remitente la autorización para ser agregado a este trabajo, algo que aceptó sin dilación alguna y que se agradece de manera muy especial. Aquí está el TXT:

From: "David Hume" <david.hume@XXXX.com>To: agenotinfo@infovia.com.ar

Sent: Tuesday, June 28, 2005 4:43 PM

Subject: Puerta 12

La nota en su weblog me hizo ir a mis recortes y recordar detalles de la tragedia que me tocó cubrir ese día como el reportero de turno en la sala de redacción del Buenos Aires Herald. Fui al estadio y sí vi la salida (o entrada 12) y también fui a la comisaría 33a. a ver los cadáveres, y a los hospitales Pirovano, Rawson, Tornú, y Rivadavia, donde entrevisté a docenas de sobrevivientes heridos. Todos coincidieron que fueron los hinchas deBoca Juniors quienes prendieron fuego a hojas de papel, creo que papel dediario, para luego hacer caer las llamas sobre la muchedumbre que intentaba abandonar el estadio, cuyos molinetes no habían sido retirados de lasalida. La última actualización de la historia que escribí esa noche, los muertos llegaban a 73. En honor al equilibrio periodístico, las autoridades de River Plate me negaron esa noche que los molinetes no habían sido retirados.

Saludos cordiales, David Hume,

Alexandria, Virginia, Estados Unidos.

[N. del E.] El resaltado del nombre del tradicional matutino inglés no pertenece el original. Aparte de reiterar el generoso aporte e intervención de David Hume, por todo lo sucedido en nuestro país y que para nada ha dejado de pasar, resulta hasta innoble callar el papel que ese diario jugó en los días más negros de la negrura que no asoló.


A ULTIMO MOMENTO Y CON UN CLIP
Por el riesgo de caer en aquello que tan ácidamente señalaba Dante Panzeri, en cuanto a que la Argentina es un país que se rehace cada quince días, el tiempo transcurrido desde los sucesos de la Puerta 12 hasta hoy día permiten establecer un consistente e interesante hilo conductor desde 1930, con el relleno y construcción del Monumental sobre terrenos fiscales y con dineros fáciles de la Argentina dispendiosa, todo bajo la batuta de Américo Vespucio Liberti, que terminará preso en Génova y expulsado de por vida del servicio diplomático argentino que todavía quería poner a salvo la imagen nacional de la corrupción generalizada, hasta el 30 de diciembre del 2004 en República Cromañón o Cromagnón, una bailanta convertida mágicamente en miniestadio, todo bajo la batuta tan fantasmal como argentina de Omar Chabán, capitalistas fantasmas, autoridades ausentes sin aviso y bandas rockeras que movilizan a sus fans con una estructura clánica de neto cuño barrabrava. Todo pasando por cada intendente de turno, Alberto Jacinto Armando, el escribano Wiliam Kent y Valentín Suárez, el secretario de Eva Perón y psicólogo laboralista sin título habilitante, jefe policiales, comisarios, bandadas de inspectores.

En líneas generales lo que trasvasa como elemento común estos hechos, con un saldo de 274 muertos y quizá medio millar de víctimas de toda consideración, es el marco del ocio social, el entretenimiento, la más escandalosa necesidad del ser humano (Vicente Verdú), esa ineludible necesidad de pasar de modo agradable unas vacaciones de la realidad (Herbert Spencer) o evadirnos para tratar de despejar la presencia de nuestra inevitable mortalidad, como también la absoluta condición de orfandad del ciudadano argentino común, abandonado a su suerte por un Estado prepotente, cuando no autoritario y asesino, pero siempre irresponsable y no pocas veces obscenamente corrupto. La presencia insoslayable de elementos futboleros, aun en el recital de una banda rockera, a través del montaje de una estructura de clanes heredada de la cultura barrabrava, cuando algunos de esos mismos elementos humanos ex barrabravas o barrabravas en actividad, sin que esto signifique manoplas, piedras, paraguas de colores o lo que sea, pero sí la parafernalia del negocio del transporte de los grupos con la entrada y el suministro de bengalas para este redivivo culto del fuego en una sociedad que hace gala de un neobarbarismo civilizado (Vargas Llosa).

El Monumental es resultado de la Patria Futbolera y de la conversión del fútbol en una cuestión de Estado. Aunque el país estaba por entrar en la cuesta abajo en la rodada, todavía se disfrutaba de la manteca al techo y podían destinarse sumas siempre necesarias en educación y salud pública, más que en otros lados, de manera más o menos disimulada, sin estridentes reproches. Los caracoles, serpentinas o rampas de acceso, ya sea por incapacidad, corrupción o negligencia jamás tendrían que haber sido aprobados. Su permanencia no fue la causal de las masacres de 1944 y 1968, como se pretendió oficialmente, pero como lo azaroso se ensañó en que fueran dos atardeceres invernales de domingos muy grisáceos, nublados, el ángulo demasiado inclinado de las escaleras, los codos de 180° y la falta de iluminación agravaron la situación y como si fuera poco deben haber colaborado directamente en el aumento del número de víctimas fatales.

El primer encadenamiento macabro aparece cuando la criminal apaleadura policial a los plateístas de San Lorenzo que protestaba por el pésimo arbitraje determinó 9 muertes en la puerta de acceso a las plateas altas, al lado de la que va a ser la fatídica Puerta 12, y no sólo se pretende con todo el cinismo oficial y el aparato mediático disponible entonces cargarle la romana a las fallas estructurales, sino que se decide pasar todo para que una comisión inspectora municipal estudie y se pronuncie sobre si tales fallas son o no son fallas.

Haber tardado casi un cuarto de siglo en ir, mirar y tratar expedirse, la decisión de inspeccionar el estadio el martes 25 de junio de 1968 y no poder hacerlo porque todavía estaban contando los cadáveres tibios de dos días antes es un golpe en la boca del estómago muy difícil de asimilar, Imposible de metabolizar. Sobre todo porque lo más macabro, insultante, menoscabante y despreciable afrenta a la gente común reside en que jamás pudo haber sido premeditada. Fue una asquerosidad casual, quiso ser un trámite más, perder una mañana para cerrar un expediente y que se apolille y amarillee en el archivo correspondiente.

Como si todavía con eso no se tuviera suficiente, en el momento de confeccionar este parche añadido, fines de mayo del 2006, Cromañón mediante, la dichosa inspección y pronunciamiento oficial de las materias grises en cuestiones de lugares públicas de esparcimiento no se ha producido ni se producirá. La demoledora eficacia del Proceso de Reorganización Nacional, ya palmariamente demostrada en aniquilar y torturar a una generación, secuestrar chicos y llevar como recuerdo, de souvenir, las pertenencias de todo tipo que no iban a necesitar más, como hasta propiedades inmuebles, también se hizo presente en el Monumental y con contundencia militar procedió a la construcción y adosamiento de los actuales caracoles de acceso, cosa que cuando viniera la FIFA a inspeccionar le pusiera el visto bueno al estadio destinado a las festividades de apertura y cierre del Mundial 78, que con sus entre 583 y 700 millones de dólares de un costo total que tampoco se va a conocer nunca a ciencia cierta, ostenta el triste récord de ser el más caro de la historia en la materia y el único que no le dejó ganancias al país anfitrión. Esto no quiere decir, bajo ningún de vista, que no les haya llenado los bolsillos a los genocidas y alcagüetes afectados en modo directo a perpetrar todo eso.

La Puerta 12 tiene el marco histórico político de suceder un año después que en el mayor de los silencios y las indiferencias el aparato administrador de justicia de entonces desbarató y puso a la luz toda la infraestructura, existencia y alcances el fenómeno barra brava con el asesinato de Héctor Tito Souto (abril 9,1967, Huracán-Racing), El Chico de la Sombrilla de 15 años que nunca tuvo nada en las manos, acaecer un mes después del mayo francés que intentó ser último vagido humanista ante el avance arrasador de la Sociedad de Consumo y su tecnocracia, el año en que el escribano William Kent, consuegro de Vicente Leonides Saadi y suegro Ramoncito, blanquea a la barra brava millonaria porque la derrota en el Estadio Nacional de Santiago de Chile ante Penarlo de Montevideo los había consagrado gallinas para el resto de la historia, y un año antes del primer Cordobazo y ahora sí, la presentación oficial en sociedad de las formaciones de lucha armada y las proyecciones que podía acarrear, aunque luego la hecatombe fuera mucho mayor.


En el personaje de Omar Chabán confluyen elementos aparentemente dispares de la carnestolenda argentina como son el supuesto empresariado nacional, la cultura pop como negocio, los enriedos matrimoniales justo con una ovejita negra artística, descendiente de una tradicional familia oligárquica y liberal que se opuso al Mundial 78 y le costó un bombazo de trotyl en su residencia, más todos los escándalos de práctica con Cemento, un local erigido en el abandonado y decadente sector sur de la ciudad tendrían que haber sido elemento suficiente como para llevar a suponer que fatídicamente lo de Cromañón era lo más probable que pasara. En el medio de la histeria, la conmoción y antropofagia política que va a terminar haciendo rodar la cabeza del electo jefe de gobierno, el ex comunista y fiscal Aníbal Ibarra, del FREPASO, demonizado y convertido en chivo emisario de todas las partículas que en inmediatamente se fraccionó la virulenta reacción general, posiblemente para nada en forma casual toda la prensa inquisitiva y justiciera se olvidó de exhumar un grave hecho ocurrido en el otro local, cuando también por exceso de público, se vino abajo el escenario y una estrellita rockera del momento sufrió graves lesiones en las piernas y el excéntrico personaje, cuyo hermano es concejal justicialista del partido de San Martín, tuvo que afrontar un juicio varias veces millonario por daños y perjuicios.

Cromañón es una Argentina condensada. Lo único claro es que se trataba de un local que no se tendría que haber habilitado ni para vender pororó, pero que se lo abrió para bailanta de un poco más de un millar de personas y terminó en un miniestadio para recitales con alrededor de cuatro mil. En el medio de estas dos cifras se encuentra el consabido y asqueroso bingo de las cifras reales. El asentamiento es una Reina del Plata convertida gracias a un contubernio peronista/radical en otro Estado federal, pero sin aparato judicial y policial propio que en los hechos la dejó como el personaje de la tira Clemente, sin brazos, y ni la Policía Federal ni los bomberos estaban enterados que había más que peligrosamente gente demás y los inspectores de SADAIC, junto con la AFA, el otro ministerio sin cartera de la Argentina, calcularon a ojo de buen cubero unos 2,8 mil presentes, es decir, el doble. Esto es, los 1,4 mil originales o los 4 mil de la histeria colectiva en absoluto estado de orfandad. Y un aparato comercial que en un curioso pacto dejaba a Chabán/Cromañón como locatarios de un local donde la banda de turno llenaba de personas y bengalas para el arcaico ritual de fuego exhumado por las más recientes camadas de jóvenes, algo también comenzado en las tribunas futboleras gracias a los adelantos tecnológicos y la libertad de mercado. La plena conciencia del peligro existente, por conatos de incendios anteriores y las advertencias orales, infernales, en medio de un clima enloquecido, hicieron que la entrada en combustión de los luminosos balines ígneos entraran en combustión con capas aislantes acústicas del techo de un material que si se lo prende fuego produce un gas letal.

En medio de un infernal cruce de acusaciones, gritos, culpas, criaturas de pechos en los baños, salidas que estaban cerradas o abiertas, suficientes o insuficientes, el local del barrio de Once convertido en un clon macabro de las cámaras de gas nazis dejan a la espeluznante cifra de 194 muertos en una cifra todavía benevolente si se calcula el total de gente asistente y que a oscuras, quedó librada a su propia suerte, ya que lo fundamental del socorrismo corrió por cuenta del coraje y la conciencia cívica de los asistentes, varios de los cuales no volvieron del último reingreso para tratar de sacar a un amigo o un compatriota más.

Queda todavía como rémora de lo sucedido aquel domingo de junio de 1968 una rémora más, un elemento aparentemente suelto como es la creciente presencia del automotor como un ciudadano más que pide paso y espacio, respectando cada vez menos las velocidades máximas y los semáforos rojos en calles y rutas cada vez más insuficientes por la multiplicación cariocinética de lo que se echa a rodar, y en aquella época los comienzos de la implantación en Córdoba de una industria acorde que generó otro tipo de obreros, que van a tener otros papeles protagónicos, y las latencias de un hecho donde partidarios de un mismo sector, de una misma insignia, en medio de una gritería infernal, fuego y humo de papeles de diarios se masacra reeditando lo mejor del darwinismo que ya vendrá organizado y estructurado como nuevo modelo social y que tendrá otra función tétricamente de gala en Cromañón, proyecciones o remakes del croquis en la Guerra Sucia desatada oficialmente en marzo de 1976, pero comenzada dos años antes por las Tres A, sino por la vigencia sistemática e in crescendo de lo que se puede ya denominar el Autoexterminio Argentino, un fenómeno para el que se reserva lo mejor de la indiferencia y todo el arsenal de las justificaciones.

Como ya se vio en el cuerpo del TXT, a fines del 2001, el despatarro del triste paso del Chupete De la Rúa, en su momento radiante y mediático mentor de la ley especial que iba acabar de manera fulminante, de una vez por todas y para siempre, con el vacío legal al respecto y la violencia futbolera, cuando ese mamarracho agravó más todo y después él casi termina con el país mismo, codo con codo un ex jefe de inteligencia guerrillera y un economista tecnócrata neoliberal coincidieron en un programa de los llamados progres o psicobolches en colgarle el rótulo de Efecto Puerta 12 a un supuesto exterminio del todo contra todos.

Nada más que con el propósito de apelar a lo frío de los números, sabedores de que las estadísticas no constituyen una ciencia dura ni mucho menos, quitando el marco sociocultural y político de manera arbitraria, con todo lo que eso significa, no falta mucho para la medianoche de este día y cuando eso suceda inevitablemente, como final normal de toda jornada, habrá entre 25 y 30 argentinos menos, otros tantos quedarán parapléjicos o casi totalmente inhabilitados de por vida, mientras que una cifra oscilante entre 200 y 300 sufrirán heridas y/o mutilaciones toda consideración, pero menos graves. Se trata de la mayor causa de muerte infantil y la franja etaria de la mayoría de las víctimas está en los 20-25 años. El llamado costo social de este hecho, producido a fuerza de darse piñas radiador contra radiador a 140 o 160 kms/hora, correr picadas, licencias profesionales truchas para transportistas de cargas y pasajeros con la vista gorda de los gremios respectivos y las consiguientes dependencias estatales, condiciones infrahumanas de trabajo para los choferes de larga distancia sobre todo en épocas de vacaciones, donde duermen poco y comen peor, oscila entre los 6 y 9 mil millones de dólares anuales.

Ahora bien, pasado el sofocón del supuesto Efecto Puerta 12 ya mencionado, un fantasma que para nada ha sido erradicado y una espada de Damocles que sigue pendiendo sobre el destino inmediato, insistiendo en que se va a hablar simplemente de números, desde el 10 de diciembre de 1983, en que se recuperó la institucionalidad, hasta aquí, con la tilinguería macroeconómica que en estos días festeja que lo único que ha aumentado en más de un 75% es la venta de 0 kms., las cifras indican que en materia de víctimas fatales se han producido cinco (5) Procesos de Reorganización Nacional y el buraco económico que ha dejado como consecuencia y se disfruta de dos (2) Deudas Externas más. Entonces, ¿qué se quiere significar exactamente con el alma en pena rondando del Efecto Puerta 12? AR

La primera edición de este trabajo, en papel, apareció en Informes del Sur N° 64, de las Ediciones BP, aproximadamente en julio del 2005, Buenos Aires, 26 págs. Se puede conseguir todos los sábados a la mañana, en el puesto que Baires Popular tiene en Boedo y Pasaje San Ignacio, junto con otros de la colección.

Una edición revisada, ampliada y con mayor bibliografía forma parte del FUTBOL S.A. - Juego, Industria del Espectáculo y Cultura de Masas, Ediciones de la Abeja Africana, Buenos Aires, noviembre 2005, 180 págs., que también se puede conseguir en el mismo lugar o por correo.