EL COPYRIGHT ES EL COMO EL SUR: EXISTEN, CHE
En el atardecer grisáceo del domingo 23 de junio de 1968, cuando después del superclásico la multitud que había llenado el Monumental trataba de retirarse con los desórdenes de rigor, se desató la masacre, el espanto y el misterio argentino que trata por todos los medios de tapar las miserias. Todos los detalles y todos los antecedentes que se remontan a un cuarto de siglo antes, con un hecho casi idéntico, en el mismo lugar.
CONSOLEMONOS APENAS CON LO POSIBLE
Se puede afirmar casi con total seguridad que las tragedias no pueden ser premeditadas. La concurrencia de multitud de factores, estallando a un mismo instante o sucediéndose de manera concatenada, como una batería de pirotecnica china, no puede ser programada de antemano con la perfección y armonía que muestran luego de acaecidas y se las mira como a un video donde se pueden frizar instantáneas como si fueran eternidades. Ahora, casi con la misma seguridad, también se puede afirmar que las causas están allí presentes con tanta alevosía como funcionalidad, esperando la chispa que incendie la pradera. Ese domingo no sólo estuvo gris, opaco y triste, con sus escaleras empinadas, codos en 180° y nula iluminación en lugares ya diseñados de movida con casi nula iluminación, igual que el domingo 2 de julio de 1944, y aunque no de manera tan drástica como entonces, la Federal va a aportar lo suyo para que diera comienzo el encadenamiento trágico.
La foto más siniestra que consta en autos, retirados los bretes (molinetes) y abiertas las puertas rebatibles para auxiliar los heridos, muestra un cubo humano de más o menos 1,40 mts. de alto, unos 8 de ancho y entre 12 y 14 de fondo. Así quedaron si no todos, la gran mayoría de las 71 víctimas fatales. Pero a esto se debe agregar los más o menos sólo medio centenar de heridos de toda consideración, en una superficie de 12 x 14 de fondo. Así quedaron si no sepultados, la gran mayoría de las 71 víctimas fatales. Pero a todo esto, agregarle que pura y exclusivamente hinchas de Boca. Ahora, si se toma en cuenta que casi el 90% de las víctimas fatales tenía entre 13 y 20 años, que el promedio general da 19 años y que hubo cuando mucho 60 heridos (no se toma en cuenta los lesionados, sin daños de casi ninguna consideración, que pudieron haber duplicado esa cifra), no hay que exacerbar mucho la imaginación para por lo menos tener un cuadro mínimo de lo sucedido. Fue la Ley de la Selva, el darwinismo en su más primitiva y pura expresión. Los que salvaron el pellejo lo hicieron pisoteando semejantes y abriéndose paso entre sus iguales, a piñas, patadas y empujones, sacando del medio a seres humanos como obstáculos indeseables, tumbando debiluchos, flacuchentos y, sobre todo, adolescentes y criaturas.
Por aquellos años, con la troika Armando-Liberti-Suárez a la cabeza, en plena Guerra Fría, dado los auspiciosos resultados que desde el primer momento se logró con la aplicación del modelo de la Sociedad de Mercado en el microcosmos futbolero, como respuesta a la ofensiva ideológica marxista, sobre todo muy palpable en los jóvenes universitarios de toda Latinoamérica, se meneaba a nuestras canchas como el ejemplo más a mano y fácilmente constatable del dislate echado a correr por dos judíos alemanes con el Manifiesto Comunista. Y aunque parezca una contradicción o una paradoja, efectivamente es así, aunque no tan así como pretende simplificarse y jibarizar. Pruebas al canto, dentro del variado espectro de las víctimas mortales que dejó a la vista la Puerta 12 como resultados, los dos extremos de la pirámide social surgen casi con estereotipos en estado químicamente puro. Guido Rodolfo von Bernard, de 20 años, vivía en uno de los parisinos edificios de departamentos de la barranca de Juncal que termina en Retiro. Su cuerpo fue retirado temprano del patio de la comisaría 51ª por su padre, gracias a la intermediación del amigo personal que llevaba como compañía, el capitán de navío (RA) Francisco Manrique, (a) Paco, quien cuando la cabeza que sea echada a rodar dos años después con el segundo Cordobazo sea la del mismísimo Juan Carlos Onganía y asuma el otro caudillo natural del Ejército, Agustín Alejandro Lanusse, será su ministro de Bienestar Social y por fin evacuará a una larga aspiración de la dirigencia futbolera como fue el PRODE, los resultados hechos timba y la Gran Ilusión añadida a la otra Ilusión primaria, como fueron los primeros pozos multimillonarios. Se trataba de un hijo de clase dirigente y pudiente. Una víctima así, por más democráticos que fueran su ethos futbolero y sus aficiones por lo aceptado como la quintaesencia de lo popular, jamás podía pasar por un trámite a todas luces vejatorio y ultrajante como la autopsia. Para eso estaban los pobres. Y había cantidades.
Cromañón es una Argentina condensada. Lo único claro es que se trataba de un local que no se tendría que haber habilitado ni para vender pororó, pero que se lo abrió para bailanta de un poco más de un millar de personas y terminó en un miniestadio para recitales con alrededor de cuatro mil. En el medio de estas dos cifras se encuentra el consabido y asqueroso bingo de las cifras reales. El asentamiento es una Reina del Plata convertida gracias a un contubernio peronista/radical en otro Estado federal, pero sin aparato judicial y policial propio que en los hechos la dejó como el personaje de la tira Clemente, sin brazos, y ni la Policía Federal ni los bomberos estaban enterados que había más que peligrosamente gente demás y los inspectores de SADAIC, junto con la AFA, el otro ministerio sin cartera de la Argentina, calcularon a ojo de buen cubero unos 2,8 mil presentes, es decir, el doble. Esto es, los 1,4 mil originales o los 4 mil de la histeria colectiva en absoluto estado de orfandad. Y un aparato comercial que en un curioso pacto dejaba a Chabán/Cromañón como locatarios de un local donde la banda de turno llenaba de personas y bengalas para el arcaico ritual de fuego exhumado por las más recientes camadas de jóvenes, algo también comenzado en las tribunas futboleras gracias a los adelantos tecnológicos y la libertad de mercado. La plena conciencia del peligro existente, por conatos de incendios anteriores y las advertencias orales, infernales, en medio de un clima enloquecido, hicieron que la entrada en combustión de los luminosos balines ígneos entraran en combustión con capas aislantes acústicas del techo de un material que si se lo prende fuego produce un gas letal.
En medio de un infernal cruce de acusaciones, gritos, culpas, criaturas de pechos en los baños, salidas que estaban cerradas o abiertas, suficientes o insuficientes, el local del barrio de Once convertido en un clon macabro de las cámaras de gas nazis dejan a la espeluznante cifra de 194 muertos en una cifra todavía benevolente si se calcula el total de gente asistente y que a oscuras, quedó librada a su propia suerte, ya que lo fundamental del socorrismo corrió por cuenta del coraje y la conciencia cívica de los asistentes, varios de los cuales no volvieron del último reingreso para tratar de sacar a un amigo o un compatriota más.
Queda todavía como rémora de lo sucedido aquel domingo de junio de 1968 una rémora más, un elemento aparentemente suelto como es la creciente presencia del automotor como un ciudadano más que pide paso y espacio, respectando cada vez menos las velocidades máximas y los semáforos rojos en calles y rutas cada vez más insuficientes por la multiplicación cariocinética de lo que se echa a rodar, y en aquella época los comienzos de la implantación en Córdoba de una industria acorde que generó otro tipo de obreros, que van a tener otros papeles protagónicos, y las latencias de un hecho donde partidarios de un mismo sector, de una misma insignia, en medio de una gritería infernal, fuego y humo de papeles de diarios se masacra reeditando lo mejor del darwinismo que ya vendrá organizado y estructurado como nuevo modelo social y que tendrá otra función tétricamente de gala en Cromañón, proyecciones o remakes del croquis en la Guerra Sucia desatada oficialmente en marzo de 1976, pero comenzada dos años antes por las Tres A, sino por la vigencia sistemática e in crescendo de lo que se puede ya denominar el Autoexterminio Argentino, un fenómeno para el que se reserva lo mejor de la indiferencia y todo el arsenal de las justificaciones.
Como ya se vio en el cuerpo del TXT, a fines del 2001, el despatarro del triste paso del Chupete De la Rúa, en su momento radiante y mediático mentor de la ley especial que iba acabar de manera fulminante, de una vez por todas y para siempre, con el vacío legal al respecto y la violencia futbolera, cuando ese mamarracho agravó más todo y después él casi termina con el país mismo, codo con codo un ex jefe de inteligencia guerrillera y un economista tecnócrata neoliberal coincidieron en un programa de los llamados progres o psicobolches en colgarle el rótulo de Efecto Puerta 12 a un supuesto exterminio del todo contra todos.
Nada más que con el propósito de apelar a lo frío de los números, sabedores de que las estadísticas no constituyen una ciencia dura ni mucho menos, quitando el marco sociocultural y político de manera arbitraria, con todo lo que eso significa, no falta mucho para la medianoche de este día y cuando eso suceda inevitablemente, como final normal de toda jornada, habrá entre 25 y 30 argentinos menos, otros tantos quedarán parapléjicos o casi totalmente inhabilitados de por vida, mientras que una cifra oscilante entre 200 y 300 sufrirán heridas y/o mutilaciones toda consideración, pero menos graves. Se trata de la mayor causa de muerte infantil y la franja etaria de la mayoría de las víctimas está en los 20-25 años. El llamado costo social de este hecho, producido a fuerza de darse piñas radiador contra radiador a 140 o 160 kms/hora, correr picadas, licencias profesionales truchas para transportistas de cargas y pasajeros con la vista gorda de los gremios respectivos y las consiguientes dependencias estatales, condiciones infrahumanas de trabajo para los choferes de larga distancia sobre todo en épocas de vacaciones, donde duermen poco y comen peor, oscila entre los 6 y 9 mil millones de dólares anuales.
Ahora bien, pasado el sofocón del supuesto Efecto Puerta 12 ya mencionado, un fantasma que para nada ha sido erradicado y una espada de Damocles que sigue pendiendo sobre el destino inmediato, insistiendo en que se va a hablar simplemente de números, desde el 10 de diciembre de 1983, en que se recuperó la institucionalidad, hasta aquí, con la tilinguería macroeconómica que en estos días festeja que lo único que ha aumentado en más de un 75% es la venta de 0 kms., las cifras indican que en materia de víctimas fatales se han producido cinco (5) Procesos de Reorganización Nacional y el buraco económico que ha dejado como consecuencia y se disfruta de dos (2) Deudas Externas más. Entonces, ¿qué se quiere significar exactamente con el alma en pena rondando del Efecto Puerta 12? AR
La primera edición de este trabajo, en papel, apareció en Informes del Sur N° 64, de las Ediciones BP, aproximadamente en julio del 2005, Buenos Aires, 26 págs. Se puede conseguir todos los sábados a la mañana, en el puesto que Baires Popular tiene en Boedo y Pasaje San Ignacio, junto con otros de la colección.
Una edición revisada, ampliada y con mayor bibliografía forma parte del FUTBOL S.A. - Juego, Industria del Espectáculo y Cultura de Masas, Ediciones de la Abeja Africana, Buenos Aires, noviembre 2005, 180 págs., que también se puede conseguir en el mismo lugar o por correo.